22.2.06

Ciclo.

Lo esperaban hacía una semana, llegó por la tarde, a la hora de comer. Ansiosa la chiquilla lo vio llegar a través de la ventana y luego se refugió en su cuarto, no quería que la viera toda desarreglada. Se llamaba Bernardo, era un muchacho de unos veinte años, de cara alargada y tostada, miembros largos y tonificados, que se notaban incluso por encima de su traje. Tenia instrucciones precisas de satisfacer a sus nuevas dueñas, y eso le agradaba: encantarlas con sus modales educados, su sonrisa amplia y su gran desplante. El creía que todo era parte de su personalidad e inteligencia, claro, estaba previsto que así fuera. Al cabo de un rato llego el mayordomo de la casa, lo recibió frío, insensible, pensó. Le mostró su habitación y lo condujo al cuarto de la niña, en donde pasaría la mayor parte del tiempo, satisfaciendo a la señorita, le habían dicho.

Hacía unos años que todo había cambiado, nadie supo el porque, ni el como, pero las cosas tomaron un rumbo insospechado, "macabro", hubiesen publicado los periódicos e informado en la televisión, si hubiesen advertido de alguna forma, en lo que la alta sociedad estaba invirtiendo. En los altos círculos solo se hablaba de preservar la humanidad,”preparación para alguna catástrofe” era el lema.

La niña lo vio y sintió que ya lo conocía, que no era la primera vez que estaban juntos, sentía que solo era el reencuentro con un viejo compañero. Obviamente esto estaba previsto, ese amor tan impetuoso que años mas tarde se profesarían estaba perfectamente calculado, desde hacía largo tiempo. Pronto se le integró en los negocios familiares, de una manera sutil se le fueron entregando responsabilidades, incluso viajo por Europa y Asia realizando grandes negocios e intensificando las grandes ganancias de su nueva familia. Incluso tuvo la oportunidad de pasear junto al señor Bernardo, y compartir junto a él toda una tarde. Encuentro totalmente necesario, según los expertos, para acostumbrar al muchacho a la tarea que le sería asignada. De a poco, decían, debía ir comprendiendo su importancia en lo que le esperaba.

Al finalizar el cuarto año de su permanencia en la casa, el señor cayo gravemente enfermo y ya no salió de su habitación, tres meses después los amigos inundaban la casa dando el ultimo adiós al que había sido un incondicional, había muerto exactamente, y de acorde a los previsto, a los 60 años de edad.

Luego de esto, el muchacho debió hacerse cargo completamente de los negocios de la familia, ya no debía consultar a nadie para tomar decisiones tenia la responsabilidad de una de las fortunas mas grandes del planeta y sin embargo parecía haber nacido para administrarla, y por qué no decirlo, acrecentarla.

Cuando Bernardo cumplió 40 años era completamente feliz, tenia todo lo que deseaba en la vida, amaba a su esposa y ella también lo amaba a él, tenia amigos por montones y gozaba de una salud excelente. La señora había muerto hacía unos años, pero eso no le había afectado, pues apenas le había conocido, ella siempre fue como un fantasma que deambulaba por la casa. Un día le avisó su asistente que alguien le esperaba en el salón de la casa, -un abogado- alcanzó a decir cuando ya el hombre se levantaba y estiraba la mano para saludarlo. Tranquilamente fue detallando el motivo de su visita, palabra a palabra fue desmadejando el hilo de la historia, que por increíble que pareciera, probaba con papeles, notas en periódicos, grabaciones en video y todo un arsenal de pruebas. La entrevista con aquel hombre le pareció sinceramente interminable, al cabo de dos horas su mente trabajaba a cien millas por hora y no dejaba de formular preguntas que una a una, metódicamente, eran respondidas por el abogado. Le explicó que hasta ahora todo iba según lo esperado, no se notaban anomalías en su personalidad y que todo el proceso continuaba sin contratiempos, que no se preocupara pues "su futuro" estaba en buenas manos, que si todo continuaba según lo previsto, el próximo llegaría 16 años mas tarde. Una semana mas tarde el mismo abogado sostenía una reunión similar con su esposa, detallándole en pocas palabras lo que haría hasta que llegara el próximo.

Luego se esta visita, ella no pudo soportar que su esposo no hiciera nada por liberarlos de su destino y se refugió en el silencio, él para no ver la tristeza en la cara de su esposa, se dedicó tiempo completo a los negocios y muy rara vez visitaba su casa. Unos años mas tarde llego la niña, contaba 8 años y ya había sido instruida en sus labores como nueva habitante de la mansión. La señora la quiso como a una hija (¿Cómo no hacerlo?).

Ocho años después el nuevo Bernardo Cemprin ocupaba su puesto en la casa, el quinto ciclo de los Cemprin se había cumplido con éxito. Ahora, los expertos, solo necesitaban al viejo Bernardo para que pasara una tarde con el muchacho. Mientras el mundo científico se maravillaba con su obra, que había demorado poco más de un siglo de trabajo. Ni dios con sus inútiles religiones ni los hombres con su psicología y buena voluntad, a través de los siglos, habían logrado lo que ellos en cien años.

17.2.06

no se.

Pensé que serias para mi,
pensé que al fin podriamos ser lo que quisimos ser.
Me da pena, pena porque es verdad que me gustas,
pena porque es verdad que te quiero.
Que triste quedo niña, con el corazón como roto,
desencajado de donde debiese estar,
de los ojos casi salen las lagrimas,
casi brotan porque ya no las aguanto.
hace tiempo no las llore porque fue todo tan rápido,
hoy ya no lo es, me tomo la vida con mas calma,
y las cosas las disfruto y me apenan mas profundamente.
Ya no soy un niño, sin embargo sufro como uno.
no se que sera esto, ni que tan importante,
un no de tu boca es como cachetada de tus manos,
es como un desprecio.
Te vería en dos días mas y ahora no te quiero ver nunca,
quisiera poder quererte, sin odiarte ni extrañarte,
pero quisiera que tu también me quisieras.
Yo no se si mañana te quiera hablar,
no se si mañana quiera hablar con alguien.
Te quise escribir porque luego cuando te veo,

me abandona la pena y me llena el amor.
No viste lo que me dolió, no ves lo triste que estoy.
Así como me pides comprensión, te la pido yo a ti también.
Quiero comprendas que necesito que estés ahí, siempre.

7.2.06

Motivación Editorial....

Hace tiempo cuando cree el sitio, no supe que poner...Hace unos dos años que escribo, pero hasta hace solo unos meses apareció el primer cuento que, pensé, merecía ser publicado. Luego llego la segunda inspiración. Hace apenas unos días, llego la tercera...:P.

Espero seguir recibiendo momentos de inspiración, para seguir descubriendo, como hace unos días, mi propio progreso. Siento que cuanto mas escriba mejor lo iré haciendo.

Ojalá les gusten los publicados y los que iré publicando (si la Sra. inspiración así lo permite).

Saludos a todos,
Santos Martínez.

3.2.06

Emboscada

Él despedía a su hijo, que se marchaba a la capital. El capitán llegaba con su vista abarcándolo todo, acostumbrado a realizar una inspección visual de cuanto sitio visitaba. Ambos apurados, ambos preocupados por lo que harían en un tiempo más, ambos lejos de sus seres queridos, ambos solos, ambos temidos.
- Adiós hijo.
- Hasta pronto papá. Te quiero.
- Adiós.
El niño abrazo a su padre y subió al tren que ya partía, dejando atrás su niñez, sus amigos y todo cuanto conocía.
El capitán venia en una misión secreta, a desbaratar la oposición le habían dicho. Él, por otro lado sentía nervios y eso le daba hambre, tenia que comer algo,pero no llevaba dinero.
Él volvió sobre sus pasos y sintió un golpe en el hombro, fue tan repentino que se sobresalto. Dio media vuelta y contemplo un rostro demacrado, moreno, con una cicatriz que atravesaba la mejilla derecha, el hombre que tenia detrás era algo mas alto que el y mucho mas robusto. Acabado: fue lo que le pareció. De pronto sin aviso ni dudar el hombre se abalanzó en un abrazo que no pudo reprimir, se sintió asfixiado.
- Hola Pedro, tanto tiempo.
- Perdón, quien es usted? - el otro hombre sonreía.
- No reconoces a los viejos amigos, soy Carlitos - Carlitos? claro que reconocía ese nombre, fue su mejor amigo, pero no sabia nada de él desde hacía mas de 20 años. Lo miro con incredulidad y poco a poco fue relacionando el rostro del que fuera hace mucho un adolescente en este rostro desecho, algunas piezas concordaban y también la altura y el cabello, solo que ahora cubierto por una boina de poeta. Por fin retribuyó el abrazo, mas por cortesía que por querer darlo. Caminaron hacia el centro de la ciudad, tenían tanto que conversar, le había dicho Carlitos, tantos años sin saber el uno del otro. Comieron en el viejo local de don José y también bebieron, pero con cautela. Carlitos pagó todo y le comentó que alojaría en una pensión, estaría un par de días visitando el pueblo - a recordar viejos tiempos - le comentó con una sonrisa.
Al cabo de un rato ambos supieron cuan desconocidos eran los otrora inseparables amigos, el tiempo había hecho de sus vidas dos cosas muy distintas. Solo dos desconocidos que conocen el nombre del otro y por error entablan una conversación.
No hablaron de sus vidas, el capitán por temor de herir a su amigo, él porque no le interesaba.
Se despidieron y se abrazaron, el capitán quedo de visitarlo, a su amigo, en cuanto se desocupara. El por pura cortesía le agradeció. Ambos tomaron caminos distintos, más caminos que esa misma noche se cruzarían.
El capitán se apresuró, había perdido mucho tiempo en el bar, quedaban seis horas para la reunión y debía preparar su equipo. Cuando llego a la pensión cerro la puerta con seguro y se afanó en limpiar su arma de servicio, debía estar preparado. Aunque no pretendía usarla, para este trabajo bastarían sus manos. Ya a la hora se encamino y cruzó el pueblo en dirección a donde tendría lugar la cita.
Una vez se despidieron también el padre tomo rumbo rápidamente, debía llegar a preparar la estrategia, el siguiente día sería decisivo en su lucha, esta noche se reuniría con su equipo, tres hombres mas. Deberían atacar al convoy que trasladaría al dictador del momento, tendrían su ultima oportunidad, no podían fallar. Ya reunidos, los cuatro hombres prepararon su armamento, dos revólveres, un fusil y una escopeta. La revolución dependía de su éxito.
El capitán observó largamente la casa, solo había una puerta y las ventanas estaban bloqueadas con madera. Seria fácil, pensó. Salió de su escondite y se encamino a la puerta. Escucho atento, pero no se oía nada adentro. En ese momento pensaba lo ilusos que eran los rebeldes, creer que 4 hombres podrían acabar con el cerco que rodeaba al presidente.
- Idiotas - murmuro.
Llamó a la puerta, tranquilamente como si fuese la de un vecino, esperó. Se abrió la puerta y apenas diviso la figura de su anfitrión lo agarro del cuello y rápidamente lo forzó hasta quebrarlo, había sido fácil: solo tenia 14 años. El miedo ni siquiera le dio tiempo para alertar a sus compañeros.
El capitán entró, sigiloso se acercó a la única habitación con luz en la casa, miró por la abertura de la puerta, podía ver a dos hombres, de espaldas a él. Rápidamente tiro la puerta con una patada y se hecho sobre el hombre que tenia mas cerca, saco su cuchillo y lo deslizo suavemente por la garganta de su victima, quien con un leve quejido, callo al suelo, agonizante, cómico pensó el capitán. El otro hombre, luego de un segundo de incomprensión cogió la escopeta y apuntó al desconocido, mientras su corazón saltaba dentro de su pecho, le temblaban las piernas y los brazos apenas sostenían el arma, el desconocido dejó caer a su compañero y lo miro directo a los ojos, era algo que el capitán disfrutaba: ver esos ojos llenos de odio, pero en los que era mas grande el terror. Ambos se sobresaltaron, no bastaba mas tiempo para reconocerse. Dudaron por un segundo, el capitán quiso decir algo, él no dudó mas y disparó, lo hirió secamente en el estomago. El capitán en un gesto fortuito soltó su cuchillo y tensó su cuerpo, debía cumplir su deber, tomo su arma y disparó. Fue certero, la bala dio en la cabeza de su amigo. Sabia que moriría y prefería hacerlo lentamente, como todo un hombre, pensó. Se acomodo en la pared, levanto la cabeza y vio al niño, mas pequeño que el otro. Sabía que vendría, pero no esperaba esa actitud, esa mirada contenía odio y terror. Comprendió que era él quien ahora odiaba y temía. No a ese niño (como podría hacerlo?). Supo que no alcanzaría a apretar el gatillo, y no porque creyera que había perdido habilidad, se sentía bien, sino porque había llegado su hora y no quería alargarla. Miró al niño, suplicante. Él apuntó, cerro los ojos y disparó, esta vez el disparo dió en el corazón del capitán.
Dos días después, los diarios publicaban el atentado sufrido por el presidente, indicaban que había sido una emboscada muy bien planeada, ocho hombres bien armados habían atacado al convoy, no sufrieron bajas, y los ocho hombres fueron muertos en batalla. Pero solo retiraron un pequeño y solitario cuerpo.